“Cuando hay muchos jóvenes en una comuna, hacen cárceles y centros de rehabilitación, pero no se preocupan del antes, cuando están caminando en la cuerda floja”, declara Marcela Calderón, una de las y los treinta monitores del proyecto Momic, una iniciativa en la que convergen entidades de gobierno, los municipios, la sociedad civil, empresas privadas, la cooperación internacional y hasta la policía de investigaciones con el fin de apoyar a jóvenes en riesgo social, eso sí, con la participación de las y los directos afectados. Son los propios jóvenes quienes elaboran los proyectos “y les toman la mano cuando van por la cuerda floja para que no se desvíen”, dice Marcela.
Seguridad ciudadana, delincuencia juvenil, mayores penas, cárceles, droga y pobreza son conceptos que resuenan en campañas políticas, medios y conversaciones, se los nombra hasta desgastarlos y, aunque existen numerosas iniciativas de ONG, gubernamentales o privadas que trabajan con jóvenes en riesgo social, si estos se coordinaran entre sí el impacto sería más significativo. Por esto, el Modelo Metodológico Intersectorial Comunitario (Momic) decidió unir a todos para hacer más efectivos los esfuerzos en las comunas de Cerro Navia, Pudahuel y La Pintana de la Región Metropolitana, basándose en una exitosa experiencia de Vancouver, Canadá.
En la experiencia canadiense participan casos tan exitosos y simbólicos como el de Ken Lyotier, un adicto a la heroína que vivía en las calles de Vancouver y que actualmente es Director Ejecutivo de United We Can, una empresa social dedicada al reciclaje que desde 1994 ha reciclado millones de toneladas de material con un ingreso de 2,5 millones de dólares al año y otorgado empleo a cientos de personas que viven en la calle. Por su labor y ejemplo de superación Ken ha ganado múltiples premios y reconocimientos internacionales. A mediados de octubre Lyotier estuvo en Chile, compartiendo su experiencia con los líderes de Momic.
Una vez al mes se reúnen representantes de la División de Organizaciones Sociales (D.O.S) de la Secretaría General de Gobierno, el Instituto Nacional de la Juventud (Injuv), las municipalidades involucradas y la Policía de Investigaciones, desde el sector público, junto con Sociedad Activa, desde el mundo privado, además de la ONG PIIE, dirigentes y líderes sociales juveniles. El objetivo es capacitar y apoyar a las y los monitores que, como Marcela, trabajan directamente con sus vecinos por medio de talleres y actividades, destinados a prevenir el tráfico y consumo de drogas, la deserción escolar y ha otorgarles un espacio de participación e integración dentro de sus comunas que, al mismo tiempo, vaya formando líderes.
En estas reuniones las y los líderes juveniles canalizan las demandas de sus comunas hacia las instituciones y éstas buscan la forma de satisfacer sus necesidades y capacitarlos en la ejecución de los proyectos, gracias a fondos obtenidos de la D.O.S., entre otros.
La alternativa a la represión
“Cuando nos dijeron que íbamos a trabajar con policías, nosotros dijimos: ‘¿pero cómo va a ser posible que un joven y un policía se logren entender?´, parecía utópico”, relata Marcela Calderón, líder de Momic en La Pintana.
Pero las cosas han resultado bien. “Estoy descubriendo una faceta de mi vida que no me imagina”, reconoce Juan Torres, subprefecto de la Policía de Investigaciones y agrega: “Nos dimos cuenta que eso (la participación en Momic) nos entregaba un resultado concreto: confianza, transparencia y un apoyo a la gestión policial enorme”.
El subprefecto afirma que la institución tiene como “meta estratégica acercar la policía a la comunidad”. Sus objetivos son “ir al sentimiento, a lo profundo, al contacto, a conocer la realidad de los jóvenes. La alternativa está en entender a estas personas. (…) eso no requiere de cárcel, no requiere de esa dureza. A través de la dureza sigo en el combate pero, con esta relación estamos abriendo una trinchera donde podemos hacer una especie de muro de contención”.
Momic comenzó el 2004 y no tiene fecha de expiración. De hecho, se espera que se convierta en un modelo de política pública que inspire a otras comunas del país. Tampoco se sabe qué rumbo tomará. Eso lo irán definiendo los propios jóvenes en el camino, uno que esperan recorrer con paso firme y de la mano de toda la sociedad.
La experiencia en Canadá
A pesar de los altos niveles de desarrollo económico y la amplia oferta de ayuda social que existe en Canadá, en el centro de Vancouver la delincuencia, la prostitución y la drogadicción estaban a la orden del día. Hasta que la situación hizo crisis y los gobiernos provincial, federal y municipal se juntaron a sacar cuentas: gastaban un millón de dólares diarios en programas y servicios para 16.000 personas de esa zona y no era efectivo.
“A diario se nos muere gente de sobredosis y crímenes”, relata Karina Briño, chilena que vive en Canadá, trabaja en el Ministerio de Energía de ese país, y es parte del Vancouver Agreement, la organización que se formó luego de que todas las instituciones que tenían programas de ayuda en esa zona se juntaran. “Todos estábamos prestando los mismos servicios y para la misma gente y había tal confusión que nadie sabía dónde ir”, señala Karina.
Ahora el Vancouver Agreement unificó esfuerzos, dineros y programas para hacer más efectiva su gestión, un modelo que están exportando a Chile a través de su participación en el proyecto Momic.